En el sistema de comercio internacional actual, los estados mantienen -con ciertas restricciones- la posibilidad de fijar aranceles para la importación de productos. Por ejemplo, pueden determinar que para comprar un automóvil en el exterior se deba pagar un arancel, pero para a importar una camioneta o un tractor no sea necesario hacerlo, o que se abone un arancel distinto. 

Puede parecer sencillo distinguir un automóvil de una camioneta o de un tractor; aunque ¿los utilitarios pequeños deberían ser considerados automóvil o camioneta? ¿Y qué ocurre con las 4x4 que no tienen caja? ¿O con los jeeps? Lo cierto es que existen millones de productos en el mercado y difícilmente los estados puedan crear reglas que diferencien puntualmente a una mercadería de otra. Y, en cualquier caso, si los gobiernos establecieran reglas respecto de todos los productos que ingresan en su país, sería muy difícil para los exportadores extranjeros comprender el sistema. Por ejemplo, ¿cómo se enterarían los productores de otro país lo que ese estado entiende por “camioneta” y por “automóvil”? 

Comprende alrededor de 5.000 grupos de mercancías; cada uno identificado por un código de seis dígitos

Para hablar el mismo idioma se creó en 1988 el Sistema Armonizado (SA), un catálogo de mercancías ordenadas lógicamente en diversos grupos y subgrupos en función de sus características. Según la Organización Mundial de Aduanas (OMA), el organismo internacional encargado de regularlo, el SA “comprende alrededor de 5.000 grupos de mercancías; cada uno identificado por un código de seis dígitos, ordenados en una estructura lógica y jurídica. El sistema es utilizado por más de 200 países y economías como base para sus tarifas aduaneras y para la recolección de estadísticas de comercio internacional. Más del 98% del comercio internacional está clasificado en los términos del SA”.

¿Por qué es útil?

• Como afirma Peggy Chaplin, abogada experta en el tema, “la clasificación numérica del SA les servirá para vencer barreras idiomáticas". Esto quiere decir que no tendrá que aprender el nombre de su producto en chino, tailandés o alemán. Bastará con que sepa el código unificado que lo identifica.
• En segundo lugar, señala Chaplin, “un mismo número básico será utilizado en toda la documentación para exportación, importación y transporte (...) esto proveerá información útil durante toda la cadena de transporte, y hará más sencillo el pasaje a través de las aduanas en las fronteras nacionales”.
• Le permitirá “obtener mejor inteligencia de mercado, especialmente respecto de las tarifas aplicables a sus productos en los mercados a los que apunten”.
• Le facilitará “acumular información más confiable para casos de aranceles compensatorios o de antidumping”. En otras palabras, usted como exportador podrá saber si su producto queda incluido dentro de la categoría que el estado al que quiere exportar está restringiendo, sin necesidad de que lo pregunte.
• En cuarto lugar, la utilización de un lenguaje común permite una resolución más efectiva de los conflictos de interpretación. Sabiendo utilizar el lenguaje del SA podrá acudir a las instancias que correspondan para presentar una queja. En particular, podrá iniciar acciones judiciales en el estado que esté aplicando las normas erróneamente, o podrá acudir a su propio gobierno para que inicie un proceso de conciliación internacional ante la OMA.