Uno de los mayores obstáculos para alcanzar la seguridad alimentaria es la pérdida y desperdicio de alimentos. Cada año, hasta un tercio de los alimentos producidos en el mundo para consumo humano se pierde o desperdicia, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés).
Centroamérica es una región con condiciones favorables para el sistema agroalimentario pero que también tiene a 8.4 millones de sus habitantes en una situación de emergencia alimentaria, según el Informe Mundial sobre Crisis Alimentarias 2022. Eso significa que viven una situación extrema de inseguridad alimentaria y requieren asistencia urgente.
Acabar con el hambre en el mundo parece un objetivo inalcanzable, pero las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) que participan en el sistema agroalimentario tienen ventajas que pueden aprovechar para ofrecer soluciones a este desafío mundial.
La región de América Latina y el Caribe produce una amplia variedad de cultivos de alto valor global, desde los alimentos tradicionales como el cacao, el café y el azúcar, hasta las frutas orgánicas, quinua, amaranto y acai. Pero la falta de información y mecanismos de apoyo dificultan el acceso a las cadenas agroalimentarias de alto valor.
Fuertes exigencias como la propuesta por los Estados Unidos a través del acta de bioterrorismo o la ley de trazabilidad de la Unión Europea, han cambiado el panorama para los pequeños y medianos productores que desean exportar. Sin embargo, detrás de estas nuevas reglamentaciones existen oportunidades.
El Codex Alimentarius es una compilación de estándares internacionales para la producción de alimentos. Los estados, en virtud de un acuerdo de la Organización Mundial del Comercio, pueden regular la entrada de productos alimenticios a sus países haciendo referencia a estas normas.
Follow Us