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La importancia del comercio para lograr igualdad
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 En América Latina, la participación laboral de las mujeres escaló del 41% a inicios de la década de los 90, a 52% en el 2018: las cifras muestran que existe una disparidad de género y pobreza en la región propiciadas en parte por la falta de participación de las mujeres en el mercado labora, según informes del Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización internacional de Trabajo

En la región, hoy en día las mujeres ganan en promedio, un 20% menos que los hombres. Si son emprendedoras, encabezan solo el 15% de los emprendimientos y hasta ahora una de cada cinco dirige una empresa exportadora. 

Hasta el 2021 las mujeres enfrentan más trabas regulatorias, menos acceso al capital y a los mercados internacionales, y se ocupan en manejar empresas de menor tamaño.

De los trabajos no remunerados, (como el trabajo de cuidados y tareas domésticas en el hogar sin paga) por el momento, ocho de cada diez lo desempeñan mujeres. Por esa razón, el 42% de las mujeres en edad laboral declaró no estar disponible para trabajar. Un dato interesante a destacar es que, de cada diez dólares que ganan, nueve lo invierten las mujeres en mantener el hogar en pie. 

Pero a no desalentarse. Más allá de la disparidad actual, hay buenas noticias. 

Por ejemplo, la apertura comercial va acompañada de mejoras en las condiciones laborales de las mujeres. En otras palabras: más participación y mejores salarios. 

La  equidad  de  género  impacta  positivamente  a  la competitividad  de  las  economías y al desarrollo personal de las mujeres. Según un informe del Banco Mundial del 2014, las empresas dirigidas o con propietarias mujeres, multiplican en sus compañías las contrataciones de staff femenino. Una empresa inclusiva y equitativa impacta positivamente en la imagen corporativa resaltando sus valores. Se traduce, además, en un mejor entendimiento de los clientes. Beneficia la atmósfera de trabajo, fideliza a los empleados, crea una sociedad más justa. Y por último, la integración de diferencias, potencia la creatividad en las empresas y repercute, por último, en las ventas. En Estados Unidos, por ejemplo, las PYMEs exportadoras en manos de mujeres, tienden a ganar más, pagar más, contratar a más gente y ser más productivas debido a que en posiciones directivas, estadísticamente las mujeres favorecen más la equidad que los hombres.

Cada vez hay más historias para pensar en un mundo laboral más equitativo. Seis años atrás, se inició en ese sentido una de las cruzadas más significativas en América Latina. En el 2015, una organización sin fines de lucro emprendió un plan  de  acción  llamado Chile Compra para  aumentar la participación de mujeres  emprendedoras  en  la  contratación pública. El plan logró en dos años que  25  mil  mujeres  empresarias sean  oferentes  de  bienes  y  servicios  en el  sector  público  chileno.  Ahora bien, ¿cómo las articulan con los organismos públicos?  Con una idea sencilla y brillante: crearon el sello Empresa Mujer. De ese modo, pueden identificar a las empresas lideradas por mujeres o donde son más del 50% propiedad de una o más de ellas. Y así agilizar e igualar un ámbito tradicionalmente desfavorable para las mujeres.

Estas iniciativas son claves para, entre otras cosas, reducir una brecha de 287,000 millones de dólares para el financiamiento a pequeñas y medianas empresas en manos de mujeres. América Latina, por lo pronto, se ubica como la región con la mayor brecha en financiación (85,638 millones de dólares). 

En la actualidad, el avance tecnológico también trae buenas nuevas.  La digitalización permite sobrellevar el tiempo de paternidad y maternidad y el teletrabajo posibilita elegir de manera flexible dónde, cómo y cuándo trabajar para que el trabajo del hogar no recaiga solo en las mujeres, como se ha registrado en América Latina y el Caribe.

Sin interacción cara a cara, la brecha de género se diluye. No es un dato menor. Según un informe del ITC, las micro y pequeñas empresas administradas por mujeres suelen tener problemas serios de discriminación con los funcionarios a la hora de cumplir con normas y regulaciones. Una gestión que, por los medios tradicionales, representa numerosos encuentros cara a cara.  

El escenario es tan favorable y las cifras así lo ilustran: mientras sólo el 25% de las pequeñas y medianas empresas lideradas por mujeres representan el comercio tradicional, cuando hablamos de comercio electrónico su participación, escuche bien, se duplica.

Pero aún incluso en el mercado de trabajo electrónico, hay brechas de género que necesitan cerrarse. Sin ir más lejos, un estudio concluyó que en eBay las mujeres reciben menos ofertas frente a los hombres y un pago inferior en productos idénticos. En otras palabras, por cada dólar que recibe un vendedor, ellas reciben 80 centavos. Mismo producto, distinto precio. 

Pero claro: los algoritmos pueden ser una herramienta positiva para mayor equidad. Gracias a ellos se pueden rastrear todo tipo de desigualdades en una venta on line. Es cuestión de regularlo a su debido tiempo.

Aún en el ámbito informático, existe  una  brecha  de  género significativa. Tan solo en  el mismo  uso  de  Internet. En América Latina, el porcentaje de acceso a la red es del 63% para hombres y del 57% para mujeres. Solamente el 23% de las mujeres realiza o le gustaría realizar transacciones electrónicas, contra el 28% de los varones. 

Por eso, es clave generar conocimiento sobre esta temática y trabajar junto a los gobiernos latinoamericanos en la búsqueda de políticas de calidad que garanticen igualdad de oportunidades. Para que las mujeres emprendedoras participen en el mundo digital y accedan al mercado global, es clave aumentar el acceso a la red y la inclusión digital. Estas fueron algunas de las conclusiones de un estudio del BID-INTAL del sector de Integración y comercio (INT) sobre género y comercio en Latinoamérica. 

 

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