Frecuentemente, la inversión en infraestructura es medida en términos de la cantidad de millones de dólares destinados. No obstante, un documento reciente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sugiere que “el stock de infraestructura es muy importante, pero la calidad de sus servicios asociados lo es aún más”. Por lo tanto, “la infraestructura debe ser concebida y evaluada en función de los servicios que provee y de su nivel de calidad”.

Para defender esta postura, el informe menciona un estudio del McKinsey Global Institute, en el que se explica que “las mejoras en la planificación de la infraestructura, la elaboración de proyectos y su implementación en tiempo y forma, en conjunto con un mejor mantenimiento de los activos, la reducción de pérdidas y la implementación de políticas de optimización de la demanda, pueden aumentar la productividad de la infraestructura hasta en 60%”.

Pero más allá de los números, un factor importante a considerar en torno a la inversión en infraestructura es el de la calidad de vida y, en relación a este punto, la calidad es vital. “A modo de ejemplo, contar con acceso a la infraestructura para recibir agua potable no implica que se reciba el servicio. Más aún, la calidad de vida de un hogar que recibe agua con excelentes estándares de potabilidad 24 horas al día es, sin duda, mucho más alta que la de un hogar similar que recibe el servicio de forma intermitente y con estándares deficientes”.

Según el informe, América Latina y el Caribe (ALC) tienen un importante espacio de crecimiento en la materia, dado que sus índices comparativos son aún bajos. “Los usuarios de la infraestructura en ALC perciben que su calidad es sensiblemente menor a la de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).