Los productores de alimentos de todas partes del mundo cargan consigo una responsabilidad social mayúscula: cuidar la salud de los consumidores. Cada año, millones de personas sufren diversas enfermedades causadas por consumir alimentos contaminados, y -según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS)- los productores pueden cumplir un rol fundamental en la prevención de este flagelo.
Por ejemplo, en 2011, Europa entró en alerta por la aparición de un brote de la enfermedad causada por la bacteria conocida como “E. Coli”, abreviatura de su nombre completo, “Escherichia Coli”. Este microorganismo vive en el intestino humano y animal, y en general no causa problemas.
Pero, según explica Medline Plus, un sitio sobre salud del gobierno estadounidense, “algunos tipos de E. Coli pueden producir enfermedades y causar diarrea. Uno de ellos provoca la diarrea del viajero; pero el peor tipo de E. coli genera una diarrea hemorrágica e insuficiencia renal, que puede ser mortal. Esto, en general, ocurre en niños y en adultos con sistemas inmunológicos debilitados”.
En efecto, según cifras de la OMS, una cepa de la bacteria causa la enfermedad del Síndrome Urémico Hemolítico (SUH), que cada año se cobra la muerte de unos 380.000 niños menores de cinco años, además de unos 200 millones de episodios de diarrea en niños y adultos.
Según explica la FAO, “un amplio rango de alimentos puede ser un vehículo para el E. Coli patogénico, al contaminarse durante su crecimiento y cosecha (horticultura), su recolección (leche), o la matanza (carne). Además, pueden contaminarse durante la manipulación posterior a la cosecha, el transporte, el procesamiento y por un manejo no higiénico durante la preparación”.
Los factores que contribuyen a la persistencia del E. Coli en los sistemas alimenticios incluyen un control inadecuado de los parámetros de procesamiento (por ejemplo, temperatura de cocción, valor del pH, actividad y conservación del agua en temperaturas cálidas por un tiempo suficiente para permitir el crecimiento).
La FAO añade que hay diversos ejemplos de alimentos que pueden contaminarse: carne cruda o poco procesada (fermentada, picada, poco cocinada, etcétera), productos lácteos no pasteurizados (queso, leche, etcétera), jugos de fruta no pasteurizados y vegetales crudos (brotes, semillas, lechuga, espinaca, melón, hongos, etcétera).
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