Recordemos que el presidente John F. Kennedy cuando dijo a comienzos de los 60 que su sueño era ver un compatriota caminando en la Luna antes del final de la década, no conocía en absoluto cómo se concretaría semejante hazaña. Sin embargo, su deseo o visión se constituyó en el disparador que generó todos los desarrollos y desafíos necesarios para concretarlo. Del mismo modo funciona la Visión en el desarrollo estratégico de una empresa.
Pero claro, ese deseo luego debe evaluarse a la luz de las posibilidades reales ¿Cómo hacerlo? Pues, analizando primero el contexto donde la empresa va a desarrollar sus actividades, o sea, evaluando las oportunidades y las amenazas que encontramos en el mismo, estudiando la legislación, las políticas, el desarrollo tecnológico, las condiciones tributarias, los valores sociales, los factores ambientales, los tipos de cambio de las distintas monedas, la competencia, los otros productos que satisfacen las necesidades de nuestros clientes, etc. Y además de ello, también debemos realizar un análisis de nuestras propias capacidades internas (las llamaremos fortalezas y debilidades) sin circunscribirnos únicamente a los factores “duros” como los económicos, o los bienes de capital que podamos tener.
Debemos incorporar en el análisis, fundamentalmente a los factores “soft”, verdaderos factores de diferenciación y fuentes de ventajas competitivas en los mercados actuales (me refiero a nuestros conocimientos, nuestra cultura, nuestra capacidad de desarrollar y enfrentar desafíos, nuestro timing de negociación, nuestra capacidad de responder a las condiciones cambiantes del mercado, etc).
Del análisis de nuestra visión pasada por el “tamiz” o el filtro de las oportunidades y amenazas que nos brinda el contexto y contrastándolas con nuestras fortalezas y debilidades, surgirá realmente qué es lo que la empresa está en condiciones realmente de poder aspirar a ser, es decir, su verdadera Razón de Ser (que no debe confundirse con el Objeto Social de los contratos constitutivos de las Sociedades), a la que la teoría administrativa, llama Misión y constituye el máximo objetivo a alcanzar y es la base para definir realmente nuestro “negocio” y para el cual realmente se desarrollaran las estrategias correspondientes.
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