En general, pensamos la evolución de una organización como unas instancias iniciales de inversión que financian la validación del modelo de negocio, desarrollo y crecimiento. Solemos razonar que los proyectos más atractivos son aquellos que generan mayores ganancias en el menor tiempo posible. Pero esto no funciona así en Amazon. Da la impresión de que la visión de Jeff Bezos (fundador y CEO) es invertir todo dólar de rentabilidad en la expansión del negocio.
Algunas de sus apuestas implican mayor capacidad en depósitos cada vez más cercanos al consumidor final, incorporación de nuevas líneas de negocio —aunque sacrifique resultados de corto plazo—, e impulso a la nube (Amazon Web Services).
Esta manera agresiva de captar mercado hasta el momento ha traído excelentes resultados. Desde su salida a bolsa en 1997 (tres años después de su creación) la acción de Amazon no ha hecho más que apreciarse y si preguntamos a cualquier broker sobre su techo nadie con ciencia cierta podría aventurar un pronóstico. Evidentemente los capitales perciben de manera positiva esta posición, probablemente razonando que llegará el momento en que Amazon tenga control del comercio y pueda generar los resultados que hasta la fecha no ha logrado (me refiero a rentabilidad y distribución de dividendos). Pero, ¿hasta dónde llegará la paciencia de los accionistas? En un mundo aceleradamente cambiante, donde las tecnologías se hacen obsoletas de la noche a la mañana, donde nuevas ideas disruptivas e impensadas aparecen para suplantar modelos de negocio que han sido exitosos, veinte años de espera parece demasiado bueno para ser creíble. Más aún, con la entrada de nuevos jugadores como Alibaba su posición de líder absoluto está siendo amenazada no solo por el control del comercio sino también por la competencia en capital (vale recordar que el año pasado Alibaba salió a bolsa). Evidentemente hay varios cuestionamientos pero una sola realidad: Amazon parece no detener su marcha de expansión.
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